La expedición fue encomendada a sir John Franklin, veterano de Trafalgar, ex gobernador de Tasmania, avezado marino y experto en expediciones árticas. Los 128 hombres que le acompañaban, todos expertos en expediciones en el Polo, iban en dos barcos excelentes el HMS Erebus y el HMS Terror, perfectamente equipados con potentes motores a vapor, con las proas reforzadas con placas de hierro para romper el hielo y pertrechados incluso con desaladoras y abundantes provisiones (para tres inviernos) entre las que se incluía la novedosa existencia de carne enlatada. Este último detalle es importante, recuérdelo el distinguido lector.
Todo estaba minuciosamente preparado y se calculaba que tardarían tres inviernos en cumplir el objetivo.
No se volvió a saber de ellos.
Durante cinco largos años no hubo noticias de los expedicionarios, de hecho, muchos de los barcos enviados en su búsqueda desaparecieron también, pero en 1850, al fin, se hallaron las tumbas de tres miembros de la tripulación en la isla de Beechey.
Hasta ahí, las cápsulas que llevaban los expedicionarios para dejar mensajes y que habían sido halladas solo decían: “Todo va bien”.
Extraño, ¿no? ¿Dónde se habían metido?
En 1854 (nueve años después de la partida de Franklin) el explorador John Rae obtuvo una interesante información, los esquimales le contaron que seis años antes habían visto a 40 blancos arrastrando unos botes, desnutridos y enfermos de escorbuto que incluso les compraron una pequeña foca. Como prueba los inuits le entregaron objetos que fueron identificados como pertenecientes a la expedición perdida de Franklin.
Antes estas sospechas cuando menos de canibalismo lady Jane Franklin, la mujer del jefe de la expedición, sufragó un viaje capitaneado por Leopold McClintock que siguiendo las pistas aportadas por Rae halló numerosos cuerpos, botes, enseres y una nota en la isla del Príncipe Guillermo en la que se decía que Franklin había muerto y que tras encallar los barcos durante dos inviernos consecutivos, los supervivientes iniciaban camino hacia el sur por tierra.
La leyenda.
Ahora, es cuando surgen multitud de preguntas. Si los expedicionarios llevaban alimentos para tres inviernos ¿cómo es que sólo aguantaron dos? ¿Por qué abandonaron los barcos si tenían combustible suficiente para tres años y cómo es que no lograron romper el hielo? ¿Hubo actos de canibalismo entre ellos?
La Inglaterra victoriana quedó conmocionada porque los hallazgos de McClintock, huesos cortados e incluso fragmentos humanos en ollas mostraban que los expedicionarios se habían comido unos a otros, pero… ¿y las latas? Las provisiones no podían haberse agotado ten pronto.
Los inuits que habitaban la isla del Príncipe Guillermo, abandonaron repentinamente la zona tras calificar aquello como “un mal año” y decían que se había producido una cruenta batalla en uno de los barcos entre los blancos y los Toonijuk, unos seres colmilludos y llenos de pelo que son el equivalente esquimal al Big-Foot. Al parecer, según ellos, esto había provocado que los expedicionarios abandonaran las naves. Los antropólogos descartan que los esquimales atacaran a los ingleses pues son un pueblo muy pacífico pero ¿por qué abandonaron la zona dejando sus poblados?
Para rematar el asunto, en los años ochenta varios investigadores canadienses sometieron a análisis los cuerpos de varios marinos de la expedición (de hecho las momias de tres de ellos fueron halladas en estado de perfecta conservación) y encontraron que contenían elevadísimos niveles de plomo.
¿Por qué?
La respuesta es sencilla: las latas se sellaban en su interior con este metal pesado altamente tóxico, de hecho, cuarenta años después en Inglaterra se prohibió su uso para sellar latas de alimentos.
¿Qué pasó? ¿Fue todo una concatenación de hechos desgraciados? Encallaron, el frío, el envenenamiento que quizás les impidió usar las provisiones…. no se sabe con certeza. Eran expertos marinos, luego…¿por qué abandonaron las naves teniendo combustible y se arriesgaron a morir en una caminata de incierto final?¿Qué ocurrió? ¿Contaron la verdad los inuits? ¿Por qué dejaron los esquimales la isla abandonando enseres y poblados enteros?
Hoy día sabemos una cosa, el viaje de Franklin fue digno de película de miedo y algo extraño, al menos, ocurrió.